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La lectora impaciente

ÉL TENDRÁ RAZONES

Alicia no quiso juzgarlo.

Dejad que Dios lo haga- repetía incansable.

Me enamoré, nos casamos frente a Dios y él sabe lo que hace- volvía a repetir.

Había salido del colegio de monjas cuando ya podía hacer las prácticas, tenía 19 años y gran parte de su vida la había pasado allí.

Luego de la muerte de su esposa, la niña tenía sólo seis años, su padre decidió que no estaba capacitado para educarla y la confió a un colegio religioso donde le darían las pautas educativas, morales y sociales suficientes para el futuro.

Cuando llegaba el verano y sus compañeritas volvían a su casa, Alicia las despedía desde el gran portal envidiando su alegría por el encuentro con sus familiares. Ella sólo salía algún fin de semana al pueblo cercano con su tía Alejandra para pasear por la calle principal y comer un gran helado en Pastelería Enríquez.

Se sentaban en la terraza y la tía la adoctrinaba sobre el buen oficio de ser esposa y madre.

- Tienes que hacer todo lo que tu marido te diga, él siempre sabrá cuándo le mientes y tiene derecho a castigar tus malas obras, como Dios y la virgen.

Las monjas le explicaron que el casamiento era un vínculo eterno y que su esposo la guiaría por el camino perfecto.

Cuando conoció a Leonardo se enamoró de sus modales suaves y su porte. Daban largos paseos y él no se permitía el menor acercamiento.

- Es el hombre ideal, escribía a las monjas, distinguido, pulcro y educado, me tiene un gran respeto y ni ha intentado un beso.

Su madre la recibía con afecto y pronto comenzaron a hacer planes de boda.

Ella vivía en una pensión y le ofreció mudarse a una habitación en su casa.

Una noche insistentemente su futura suegra le propuso que durmiera con su novio.

- Él te respetará y así comenzáis a conoceros un poco mejor.

Leonardo apareció vestido con un pijama nuevo y se acostó a su lado tomándole la mano, inmediatamente quedó profundamente dormido.

Se casaron a los cuatro meses.

- Sé que el matrimonio es algo más que esto, le escribió a las monjas, pero Leonardo es muy respetuoso conmigo, supongo que no quiere lastimarme.

- Quisiera acercarme a rezar a la virgen antes de este fin de 1974, creo que mi marido me dará permiso para viajar, él ha ido a Londres con su amigo Pedro; me ha traído un pañuelo bordado y me ha contado que las mujeres allí fuman como chimeneas por la calle y visten, sin ningún recato, largas camisas con flores y pájaros pintados y piedrecillas de colores.

Su tía la visitaba cada tres meses y siempre repetía la misma pregunta ¿cuándo tendrás un niño?

Su pudor le impedía explicarle que todavía no se habían consumado el matrimonio y ante la actitud agresiva de su marido cuando intentó preguntarle cuándo lo harían, decidió que debía ser paciente, su suegra constantemente le pedía prudencia y fidelidad.

Hacía frío esa noche, habían cenado demasiado y despertó de golpe, Leonardo la estrujaba tanto que no podía respirar repitiendo en sueños palabras sueltas.

- Te amo, te amo…, sintió la penetración y dio un alarido, Leonardo lo hacía totalmente dormido.

- Querido mío, balbuceaba entre ronquidos.

Tres meses después le informó a su marido que estaba embarazada y él le dio a entender que no recordaba el incidente.

Pero Alicia decidió que no debía juzgarlo, él tendría sus razones para hacerlo.

 

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