No había nadie
Nadie, no había nadie.
Me dijo que estuviese a las seis y media y fui puntual.
Durante el viaje practiqué sobre la ventanilla los sesenta minutos.
¡Era tan importante!. Toqué y volví a tocar el Improntus de Schubert infinitas veces.
Corrí al bajar del autobús por la avenida.
Tenía quince años, era la primera vez que tocaba en público y sabía que era la quinta del programa.
Subí la escalera tratando de arreglarme el pelo y cuando entré me angustió el silencio.
Me acerqué al Salón y estaba vacío.
¿Sería demasiado pronto...?
Lucas, el bedel, me informó que había sido un éxito, habían ocupado las ciento cincuenta butacas.
Salí llorando lentamente.
El lunes siguiente, cuando pregunté a la profesora, la que iba vestida de gasas y pieles extrañas, me dijo que simplemente se había equivocado de hora al citarme. Y volvió a repetirme que las chicas pobres, como yo, no deberíamos estudiar en el Conservatorio Nacional.
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Maribel -