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La lectora impaciente

Las pruebas difíciles

Tenía dieciséis años, la noche anterior había dejado a mi madre en casa de mi abuela.
Sabía que no la volvería a ver viva porque la habían traído del hospital para que muriera tranquila.
Sonó el timbre alrededor de las siete y media de la mañana, era mi tía.
No necesité que me dijera nada, ya había terminado un proceso donde había sufrido muchísimo; muchas veces he pensado que si le hubiese pasado veinte años después estaría viva pero en esa época no había tratamientos para su leucemia.
Ahora tenía que decirle a mi hermanito, con trece años apenas cumplido, que mami había muerto, fue el momento más terrible de mi vida.
Nos habíamos quedado solos. Mi padre había muerto hacía 9 años.
Y enfrentamos la vida solos en ese piso donde habíamos nacido y crecido junto a ellos.
No fue fácil, nuestra abuela materna estuvo pendiente de nosotros y algunas tías nos daban su apoyo.
Una joven de 18 años, mi hermana, de pronto entendió que era la cabeza de esta pequeña familia, comprendo su desesperación ahora más que nunca.
Un niño de trece años, que hacía un año tenía a su madre en el hospital, se levantaba y hacía su desayuno, ya se planchaba su ropa y muchas veces se preparaba su comida porque una hermana trabajaba y la otra estudiaba en esos horarios, se convirtió en el hombre de la familia.
Salimos adelante, muchas veces pienso que no sé cómo, otras comprendo que mi madre nos dio las armas suficientes para sobrevivir con su actitud abierta al mundo, con su lucha por darnos unos estudios que nos sirvieron para trabajar.
Comencé con algunas clases de música y seguí estudiando.
Mi hermano a los catorce años comenzó a trabajar, no terminó en esa época el bachillerato, lo hizo casado y con hijos y terminó su carrera universitaria alrededor de los cuarenta años.
El trabajo y el estudio fue la característica de esta familia que tuvo en esos momentos situaciones extremas pero existía nuestra abuela Elisa a la que recurría y nos ayudaba.
Ahora con casi sesenta años, me parecen todas las terribles experiencias que he vivido como simplemente un sueño.
Y sonrío, porque los tres pudimos superar pruebas tan difíciles.

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